NADIE PONDRÁ FLORES EN SU TUMBA

GodoyManuel Godoy y Álvarez de Faria, duque de la Alcudia y de Sueca, príncipe de la Paz y príncipe de Bassano, por todos conocido como Godoy, murió en París, pobre de solemnidad, el 4 de octubre de 1852.

La noticia del fallecimiento del favorito y primer ministro de Carlos IV, no llegó a España hasta mucho después de producirse el óbito, y pasó completamente desapercibida. No en vano, Godoy llevaba más de 40 años en el exilio y ya no despertaba interés alguno en el país que lo vio nacer y donde tan desmesurado poder ejerció.

godoy--510x350-U30620922332Y5C--624x385@Hoy-HoySu última voluntad fue ser enterrado en España; sus familiares y amigos aguardaron un año a que las autoridades españolas decidieran repatriarlo. Durante ese tiempo el cadáver de Godoy permaneció en la cripta de la Iglesia de Saint Roch. Pero no hubo repatriación, y el 16 de enero de 1852 sus restos fueron trasladados al cementerio del Este (actual Père-Lachaise), de la capital francesa.

¡Pobre! También él sufrió su propia leyenda negra. ¿Ambicioso? ¿Trepa? Claro que sí. Digamos que fue un político. Un político que tan rápido como ascendió, se precipitó al ostracismo. Tuvo por enemigos, nada menos que, a los lobbies más poderosos del momento: el clero y la nobleza. Pero con quien no pudo fue con Fernando VIL. Ni él, ni nadie. Incluso Napoleón acabo devolviéndole la corona que antes le quitó.

Miguel Reseco

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