RAFAEL CANEDO

“Hacen falta muchos medios para someter a España… este país y este pueblo no se parecen a ningún otro. No hay un solo español para defender mi causa.”
José I Bonaparte

            Llevamos aquí mucho tiempo, sin saber qué va a ser de nosotros. Vamos, desde que nos apresaron esta mañana, y ya hace mucho que anocheció.

            A este sitio me han dicho que lo llaman las Huertas del Príncipe Pío. Y bueno, muy pío no sé si sería, pero para ser dueño de estas huertas lo que hay que ser es muy príncipe.

Canedo_1            No nos han dado nada de comer, tan solo agua. Ya comienza a hacer frío, y no tiene pinta de que vayan a hacer fuegos. En su lugar colocaron unas linternas en el centro de los círculos que nos mandaron formar, con esas luces les bastará para podernos tener vigilados.

            Hay un guardia que no deja de mirarme. Ahora habla con otro y me está señalando. El otro viste el mismo uniforme, pero con más galones dorados. ¿Qué tengo yo de especial entre los desgraciados que me acompañan? ¿Será que nos vimos las caras ésta mañana y ahora me ha reconocido? ¡Qué tontería! Con la cara tal y como la debo de tener, hinchada y cubierta de sangre y barro, más me parezco al Eccehomo de la ermita de mi pueblo, que al hijo de mi santa madre.

            El dolor producido por los culatazos con que me obsequiaron, los soldados cuando me redujeron, ha ido apareciendo y ahora no hay ninguna parte de mi cuerpo que no se queje.

            El de los dorados viene hacia aquí, le acompaña un soldado que al brazo lleva un mosquete armado de bayoneta. Me arrastran hasta una mesa a la que hay sentado otro gabacho, que a la luz de un fanal toma nota sin levantar un instante la vista del papel. A su lado de pie, hay un militar que parece un mariscal. Ni uno ni otro me miran. El mariscal repasa los papeles que va rellenando el escribano.

            Finalmente, el mariscal lee en voz alta el escrito que acaba de recibir, pero en su lengua de gabacho que yo no entiendo. Termina diciendo algo que entona como una pregunta, y se me queda mirando fijamente. Su silencio se une al mío. Yo sigo quieto, hastiado por el paripé, finalmente acabo desviando la mirada, pero continúo callado, sin entender nada de lo que me ha dicho. Él repite la última frase, pero escupiendo las palabras, y haciéndolo con desprecio. Yo le miro.

            – Te pués poné como quieras Fransuás -le digo-, que yo no sé quién fue tu padre.

            El que me había llevado hasta allí, debía de entender algo, porque me golpea en el lateral del muslo con la culata de su mosquete, lo que hace que caiga de rodillas. Levanto la cabeza, le miro, y le digo:

            – Aunque te pongas así mesié, no lo sé -y me vuelve a pegar, ahora en un costado.

            Con esas, y para compensar mi reciente mi cojera, me llevan a rastras hasta donde una cuerda de presos aguarda, formando una fila. Me atan al último de la cuerda que es un fraile.

            – ¿Qué hace usted aquí Padre? -le pregunto- ¿Por qué le han apresado?

– Por lo mismo que a todos los que aquí estamos, hijo mío, por matar franceses.

            Nos hacen caminar siguiendo a un oficial.

            – Pero qué sabe un cura de matar.

            – Este maldito Napoleón ha secuestrado a mi rey y está en guerra con el Santo Padre, roba, esclaviza y mata a mis compatriotas, que también son mis feligreses. ¿Qué te parece que haga con esos hijos de Malaparte? ¿qué les niegue la absolución?

            Nos hacen detener el paso. Los corrillos de presos que dejamos atrás, ya no se ven, las linternas tampoco. El grupo que nos precedía desaparece tras una loma. Desde aquí puede verse Madrid. Se ve la luz de algunas hogueras, son los de las casas quemadas. También algún fogonazo, al que le sigue una detonación. Todos los madrileños velarán esta noche, aterrados tras las puertas de sus casas. Ese duque de Berzas ha impuesto un nuevo gobierno, el del terror.

            Volvemos a avanzar, y de nuevo nos mandan parar.

            Se escuchan voces de mando, luego gritos desgarrados, más tarde disparos.

            – Padre bendígame, que nos van a matar y yo soy un pecador.

            Nos empujan para que avancemos de nuevo. Cuando nos detienen estamos ante los cadáveres de los que nos precedieron. Ángeles de mi corazón ¿qué será ahora de ti?

            – No os aflijais, hijos míos -comienza decir el cura-. Eso que pisáis ahora, no es la sangre de vuestros hermanos, sino el manto que nuestra Santa Madre tiende para recogernos y llevarnos al regazo de su amado Hijo.

            – ¡VISER!

            Esto se acaba.

            – ¡FEU!

Rafael Canedo fue un arriero leonés originario de Camponaraya. Que resultó ser uno de los principales cabecillas populares del levantamiento de ese día, el único reconocido como tal, entre las 43 víctimas fusiladas en la montaña del Príncipe Pío, esa noche. Había plantado cara en la Puerta del Sol a los mamelucos, que al galope, a lomos de sus caballos y armados de sus alfanjes y pistolas, pretendían sofocar el tumulto que con Rafael, entre otros, protagonizaron los madrileños contra los invasores ese día. A ellos se opuso Rafael, a pecho descubierto y con su navaja en la mano. Finalmente fue hecho preso en la misma Puerta del Sol, una vez que el levantamiento fue sofocado. Se le acusó de dar muerte a varios soldados mamelucos. Estos mamelucos eran la tropa de origen egipcio que pasó a formar parte de las fuerzas del emperador, tras su campaña en Egipto. Ese día los madrileños se ensañaron con esos que llamaban moros, entregándoles el fruto del trato que habían recibido durante las semanas anteriores. Pero cuando los moros se hicieron fuertes, se lo supieron cobrar.

©MIGUEL RESECO

© Vidas Entregadas

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3 respuestas to “RAFAEL CANEDO”

  1. PCA Says:

    Reblogueó esto en trasloquevesy comentado:
    Impresionante, como las palabras pueden trasladarte a una epoca pasada

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  2. david Says:

    Hola Miguel, soy el hijo de Hugo Lopez, David. Me encanta tu blog, voy a buscar en facebook para compartir en mis paginas: Por la vuelta a España de cuba, puerto rico y filipinas y la otra Estatuas, cuadros y catedrales de España. Un abrazo¡¡

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    • José Blas Molina y Soriano Says:

      Hola David. Me parece fantástico tu blog, una gran obra y una obra necesaria. Me encanta que te encante el mío. Espero estar a la altura, como para que te apetezca compartir mis entradas. Un abrazo

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